Viajeros con cama

domingo, 9 de octubre de 2011

El (reducido) mundo que cabe en un tweet

Twitter, ese gran instrumento. Me costó engancharme, lo reconozco: no le veía uso claro a una plataforma tecnológicopuntera cuyo elevado objetivo era contener un puto titular. Abrí la mente y la cuenta, al final; vale que de los titulares siempre hay que desconfiar, pero un periodista y un militante del mundo debe usar todas las herramientas para que del mundo que pisa quede constancia.
Y Twitter tiene el plus de la inmediatez. Para los entrañables aferrados al quiosco, la tinta y el chupado de índice pasapágina, explicaré: gracias a la red del microbloggin puedes enterarte en el acto tanto de si tu manifestación se está yendo para Cibeles o para el Congreso como de la muerte de la abuela de Belén Esteban. Al momento.
Ya por puro curioseo y puro desoriente me dediqué a catalogar las cuentas de twitter en unos cuantos tipos:
·   Las serias. De reporteros, artistas o aspirantes. Con links a páginas de interés, información propia e intención periodística verdadera.
·   Las de los famosotes que se autobombean anunciando sus espectáculos o retuiteando todo aquello que les mencione.
·   Aquéllas cuentas víctimas de un inexplicable fenómeno: la invasión de charlas taberneras y respuestas sin pregunta, imposibles de seguir para alguien ajeno a dichas conversaciones (a cuya imposibilidad se le une el total desinterés, además).
·   Las que cuentan su vida. El 90 por ciento. Y parte del 10 por ciento que queda.
Si todo esto te ha apasionado, que no te extrañe: Twitter mola. Tú puedes molar también. Puedes llegar y hacerte una cuenta. Poner tu foto. Tuitear cualquier chorrada (imprescindibles: estados de ánimo que quieres que alguien te levante, anécdotas que quieres que alguien te ría, frases célebres encontradas al mínimo golpe de google. Todo condensado y contado sin gracia, a poder ser). A partir de ese momento, en una espiral meticulosa, comienza a seguir gente; parte de tus seguidores, agradecidos, te seguirán. ¡Tan fácil! Da igual las gilipolleces que estés contando o su nulo interés para alguien que no mire tu ombligo, que será cualquiera. Continúa tuiteando y siguiendo al azar y un porcentaje de tus seguidos te seguirá. Sigue siguiendo y devolviendo caballeroso las seguiduras. Ese proceso se amplía con rumbo y sin objetivo hasta tener una preciosa cuenta con tus pensamientos más insustanciales, desinhibición feisbukera, cientos de seguidores (que nunca leerán tus tweets) y el triple de seguidos (cuyos tweets te da perecilla leer).  
Cojonudo, chavalote. Después de mucho tiempo empleado, tienes un hueco. Un hueco grande, además. En Internet eso es sinónimo del éxito, lo consigas como lo consigas. Decían que las redes eran la última esperanza para la revolución, pero la revolución nos la sopla. Ahora seguramente mirarás tu labor con una pizca de desconcierto y ya no sabrás muy bien para qué sirve todo esto. Pero no te lo preguntes tanto. En la sociedad de la información, cuanto más barullo más cómodos están los culos. Nadie dijo que Flickr fuera para fotógrafos y Blogger para escritores: todo puede volverse otro tuenti, otra bitácora para ejercitar egocentrismos y dar cuatro pinceladas monas y falsas de tu vida. ¿Y la verdad? Pues por ahí anda, creo: debajo de toda la basura.

1 comentario:

  1. Te felicito el entusiasmo, cuando pueda manejar todas las opciones de mi celular, por alli intentare.... Un abrazo

    ResponderEliminar